San Alfonso… ¡en el sur de Albania!

“Se esforzarán en socorrer a las personas dispersas por los campos y las poblaciones rurales, más desfavorecidas y desprovistas de ayuda espiritual, con las misiones”: con estas palabras, nuestro Fundador San Alfonso, iniciaba la redacción de las Reglas de nuestro Instituto.

Con el paso de los años, a menudo nos preguntamos quiénes son realmente los pobres a quienes anunciar la Palabra, y cuáles son “los campos” a los que ir para llevar la Buena Noticia del Evangelio.

En Albania, la cuestión es mucho más sencilla porque las palabras de nuestro Fundador se pueden interpretar literalmente. El campo y las poblaciones rurales son realmente como los describió Alfonso hace 300 años: lugares donde los cristianos están abandonados del todo.

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La situación en la parte sur de la ‘Tierra de las Águilas’ es, en efecto, muy específica. A diferencia del norte y el área alrededor de la capital, Tirana, la presencia de católicos es mucho menor. En una región de abrumadora mayoría ortodoxa, gracias también a su proximidad geográfica con Grecia, hay una presencia casi “invisible” de la Iglesia que, sin embargo, es muy activa y viva. En esta comarca trabaja nuestro cohermano el P. Laureano Del Otero, junto a otro sacerdote Rogacionista, también colaborando con varias religiosas dispersas por la zona. El contexto eclesial es verdaderamente único: no existe oficialmente una diócesis con un obispo y todas las oficinas respectivas, sino solo un administrador apostólico con algunos sacerdotes y religiosos que trabajan en un territorio muy extenso (más de 16.000 km2) pero con comunidades muy pequeñas, distantes entre sí y muchas veces sin iglesia o sin los espacios elementales de la parroquia.

Con motivo del mes misionero, la Administración Apostólica del Sur de Albania organizó unos días de animación misionera. Participaron dos frailes capuchinos, una religiosa y una novicia de las Hermanas Estigmatinas, dos matrimonios de misioneros laicos y tres redentoristas pertenecientes a la misión internacional de Albania: el P. Laureano del Otero, que ya trabaja a tiempo completo en esta Administración, el P. Zbyszek Kwiecièn y el abajo firmante, St. Gianluigi Colucci.

El primer día, 7 de octubre, nos reunimos los misioneros para almorzar y conocernos entre nosotros, en la casa de las Hijas de Cristo Rey, unas monjas italianas que viven en Gjirokastër. Por la tarde, llevamos a cabo una actividad de animación misionera en Shëndëlli, un pequeño pueblo dentro del área de Saranda, junto a la frontera con Grecia. Aquí tuvimos un momento de catequesis y luego un poco de diversión con juegos, bailes y cantos, con unos 30 niños y jóvenes, a lo que siguió la Santa Misa, animada por los jóvenes con cantos y oraciones. En este país la situación social es claramente visible: gente pobre, cuya dificultad para conectarse con otros lugares los hace aún más abandonados.

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Al día siguiente, 8 de octubre, llegamos a Delvina, donde tuvimos la animación misionera entre los jóvenes en la plaza mayor de la ciudad. Muchos eran los niños, incluso no católicos, que se detenían a escuchar las palabras de los misioneros, para luego jugar y bailar con ellos. A esto siguió el almuerzo, preparado por las Hermanas Franciscanas de San Jorge que tienen una comunidad en esta localidad.

Por la tarde fuimos a Borsh: un pueblo muy pequeño cerca de Delvina. Aquí, para llegar a la pequeña capilla, donde una veintena de católicos esperaban la llegada de los misioneros, tuvimos que dejar el coche en la playa y subir andando una colina. A medida que subíamos, la vista que se presentaba ante nuestros ojos era, sin embargo, excepcional: se podía ver el mar, con la playa rodeada por el verde de los montes y los campos. La impresión era realmente la de subir a Santa Maria dei Monti, encima de Scala, donde los pobres cabreros habían conquistado el corazón de nuestro San Alfonso, tanto que ¡le impulsaron a fundar nuestra Congregación!

En este lugar, en una terraza, utilizada como capilla, celebramos la Eucaristía envueltos en vegetación y rodeados del azul del mar, bajo un sol poniente. Después de la Misa tuvimos un encuentro de formación cristiana y de compartir con los lugareños, seguido de una solemne bendición y aspersión con agua bendita. El testimonio de la gente fue verdaderamente conmovedor y pudimos sentir en carne viva la fe de aquellas personas que, durante la feroz opresión del régimen comunista que destruyó todas las iglesias y mató a todos los sacerdotes, bautizaban a escondidas con sus manos a sus hijos y los acercaron a la fe cristiana enseñándoles el catecismo y las oraciones, por la tarde, alrededor del hogar. Es decir, vivieron una verdadera “iglesia doméstica”, en ausencia de una comunidad eclesial durante casi 50 años.

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El domingo 9 de octubre pasamos la jornada misionera en Saranda, un pintoresco pueblo marítimo que es famoso destino turístico. En la capilla de las Hermanas Marcelinas celebramos la Santa Misa, y había tanta gente que la pequeña iglesia no podía dar cabida a todos. Como había muchos turistas polacos, el P. Zbyszek realizó la homilía en polaco. Fue realmente hermoso ver a tanta gente en la iglesia, y sobre todo familias jóvenes, con tantos niños que alegraban el corazón de todos nosotros. Como habitualmente, tuvimos un encuentro de formación y de compartir con los miembros de la comunidad, a los que animamos a vivir su fe y a dar testimonio de ella en el contexto en el que viven.

En conclusión, es interesante señalar que en estas zonas los católicos son apenas el 0,1% de la población, pero es una minoría que con valentía y determinación profesa su fe y quiere crecer en ella. ¡La esperanza es que, gracias también a nuestra predicación, este pequeño “grano de mostaza” alcance grandes alturas con el tiempo!

Gianluigi Colucci CSsR

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