Enviados a anunciar la Redención, con María y como ella.

(La homilía del P. Enrique López en la Misa del 22 de agosto de 2014 para el encuentro de estudiantes Redentoristas de Europa, en Roma).

Hoy celebramos la fiesta de Santa María: Virgen, Madre y Reina. Llamamos a María la “Reina del cielo”. Este título tiene la intención de celebrar la glorificación de María, después de su Asunción. María está, ahora y siempre, en total comunión con su Hijo Jesucristo, Señor del Universo. Para nosotros, eso es señal de esperanza. Queremos mostrar nuestro amor y devoción a María. Nos encanta darle diversos títulos. Cada uno de ellos refleja un poco la época en la que se empezó a usar el título. Hacemos esto porque María es la madre de Jesús, el Redentor. En realidad son signos de nuestro amor y cariño, más que títulos de “honra” o de “poder”.

Es una gran alegría recibirles en esta Casa, esta Iglesia, donde se encuentra el muy querido ícono original de María, nuestra madre del Perpetuo Socorro. Sean todos muy bienvenidos. Estamos aquí para rezar y agradecer a Dios por todo lo que María significa para la historia de la salvación, para la Iglesia, para nosotros. El 2014 es, para nosotros, un año dedicado a “la vocación misionera redentorista”. Con la intercesión de María, rezamos para que seamos fieles y perseverantes en esta vocación. Rezamos por el aumento de vocaciones para la vida redentorista.

Nos encontramos con el Ícono

Aquí encontramos el ícono original de María del Perpetuo Socorro. Es el ícono más conocido, amado y venerado en el mundo entero. Nos presenta al Niño Jesús en los brazos María, su madre, y nos invita a contemplar el gran misterio de la Encarnación del Verbo y el de nuestra Redención. Este ícono representa a María como madre de Dios; como Virgen de la Pasión, de la Redención; como la “Hodeguitria”, aquella “que indica el camino”: Jesús, Camino, Verdad y Vida. Nos invita a contemplar la entrega de Jesús, su “Kénosis”, su compromiso total con la redención de la Humanidad. El niño Jesús está en los brazos de María. El amor materno y protector de María madre, la serenidad y la fortaleza de María reflejan y se reflejan en la serena confianza que transmite Jesús. El ícono nos dice: La Misericordia y la Redención son para todos. Acérquense a María, la del Perpetuo Socorro, y entrarán en contacto con Jesús el Redentor, la Palabra de Dios hecha carne.

En 2016, la Congregación celebrará 150 años (1866-2016) del mandato del Papa Pío IX para dar a conocer el ícono de María del Perpetuo Socorro al mundo entero. En general, los Redentoristas hemos sido fieles a esta misión. El mensaje espiritual del ícono evangeliza de manera extraordinaria sobre el misterio de nuestra Redención, el amor de Dios. María es la madre del Redentor, pero también “estrella de la evangelización”. Es la primera misionera. El lema central de la celebración es: “Madre del Perpetuo Socorro, ícono de amor”.

Somos misioneros

Ustedes vienen de una bella experiencia y reflexión sobre los orígenes de la Congregación. Entraron en contacto con el espíritu y el carisma que impulsaron la fundación de nuestra Congregación. Han entrado en contacto con la pasión, la mística y la espiritualidad misionera de los primeros Redentoristas: San Alfonso, San Gerardo, Genaro Sarnelli y otros.

Esta experiencia nos recuerda lo que somos y lo que queremos ser, apóstoles de la misericordia. Ustedes se están preparando para ser misioneros redentoristas, comprometidos con el mismo espíritu que movió a los Apóstoles a seguir a Jesús. Es el mismo espíritu que motivó a San Pablo a insistir: “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús: Él que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente. Al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres”. (Filipenses 2: 5-8). Pablo repetía casi con obsesión: “Para mí anunciar el Evangelio no es motivo de orgullo personal porque lo considero un imperativo ineludible: ¡Y ay de mí si no evangelizo!” (1 Cor. 9:16). Además, “Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2:20).

Esa es nuestra mística y nuestra espiritualidad. Nuestra Congregación ha crecido y está activamente presente en 80 países del mundo. Nosotros somos discípulos de Jesús, enviados como apóstoles y misioneros para anunciar el Evangelio a los más abandonados, especialmente a los más pobres. Olvidar eso sería perder nuestra identidad. Según San Alfonso: el amor a Cristo Redentor (a la Encarnación del Verbo, su Pasión y Resurrección, el amor a la Eucaristía) está al centro mismo y constituye el eje del amor a María, del amor a la oración, a la Iglesia, a la predicación, a la congregación, a la vida comunitaria y especialmente del amor a los pobres.

Con María y como María

Alfonso canta las “glorias de María”. Ella es la madre de Jesucristo; madre de Dios; madre del Redentor; madre de todas las gracias; poderosa intercesora; refugio de pecadores; madre del buen consejo; madre y protectora nuestra; madre de misericordia; nuestra madre del Perpetuo Socorro. En Cristo hay abundante redención y con María encontramos perpetuo socorro. Este ícono nos invita a reconocer en María estos dones de Dios. El profeta Isaías ya lo había preanunciado: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande. Habitaban una tierra de sombras y una luz les brilló” (Is. 9:1). “Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado” (Is. 9:5).

El Evangelio de hoy (Lucas 1:26-38) cuenta el relato de la Anunciación. El ángel Gabriel dice a María: “Alégrate, llena de gracia. El Señor está contigo”; “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús”; “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra”. “Para Dios nada es imposible”. Sorprendida, desconcertada quizá, María se hace disponible al amor de Dios: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”.

Celebramos y agradecemos la iniciativa de Dios; el gran misterio de la Encarnación: Dios se hizo carne y habitó entre nosotros. Celebramos la disponibilidad de María. Abre su corazón para recibir a Dios y luego comparte mostrando el Cristo a los demás. Esa es también nuestra misión: acoger el misterio de la Redención, el amor de Dios, y luego compartirlo, mostrarlo, contarlo, a los demás. Colocamos nuestra vocación misionera en manos de María del Perpetuo Socorro. Rogamos el don de convertirnos en una comunidad misionera, solidaria y disponible para responder con prontitud a las exigencias de la misión.

P. Enrique López, CSsR

Vicario General

Merulana 2

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