Nuestras metas

La Congregación debe preparar a los futuros misioneros para que sean capaces de trabajar en un grupo internacional.

Formación. Más que nunca, nuestros noviciados y teologados necesitan convertirse en centros internacionales o interprovinciales de formación, donde esta, esté asegurada por el servicio de formadores cualificados, y donde la sólida formación redentorista esté integrada en los estudios académicos.

Además, necesitamos urgentemente una coordinación mejor y más eficiente de las actividades pastorales comunes a toda la Congregación, ya que en la actualidad se carece también de esta en el ámbito local. A título de ejemplo, podemos pensar en la pastoral juvenil, en asociación de laicos para la misión, en nuestros esfuerzos en el mundo de la comunicación y de la publicación, en el ministerio en los santuarios y en la escuela. Se podrían citar muchos otros ejemplos, sin embargo todos ellos indican la necesidad de un mayor esfuerzo en la obtención de una visión común, una evaluación de nuestros recursos y un intercambio de experiencias. Para satisfacer esta necesidad, es urgente buscar nuevas estructuras.

Se percibe claramente una necesidad real en relación con la acción social. Si la evangelización constituye la raison d’être de la Congregación en la Iglesia, también debe ir a la par con la opción por los pobres (Const. 5). Por otra parte – y esto es otro signo de los tiempos – el mundo de hoy creerá en nuestra proclamación en la medida en que hacemos gestos concretos hacia la liberación de toda la persona humana (Const. 5). Nosotros, que tenemos la oportunidad de estar en los 78 países del mundo donde la Congregación trabaja hoy día, vemos con admiración lo que se ha logrado y lo que se está haciendo: escuelas para los más pobres, proyectos para procurar vivienda y agua, asociaciones solidarias, voluntarios, instalaciones para los discapacitados, etc. Algunos hermanos alzan su voz y contribuyen con su energía en los movimientos en contra de las injustas estructuras políticas, jurídicas y económicas de la sociedad. Por eso hay una mayor necesidad de coordinación con el fin de acrecentar lo que se está haciendo y hacer más palpable el proceso de gestionar y de organizar los recursos. Esto también puede abrir nuevas oportunidades para la evangelización.

Otro ejemplo que pide una restructuración, serían los distintos servicios en el nivel central, que incumben a toda la Congregación y no solo a una u otra Provincia. La Academia Alfonsiana es el caso más evidente, pero hay otros, como el Secretariado de la Comunicación, el Instituto Histórico, el Archivo General, el Santuario de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, la promoción de nuestros Santos y Beatos y otros servicios de la Curia General. Estas instituciones requieren un personal cualificado y un compromiso generoso de la parte de las Unidades, para evitar que sea el Gobierno General el que tenga que periódicamente resolver los problemas que nos concierne a todos. La reestructuración debe ayudar también en esta área, a la poda de las ramas “menos útiles” y la revitalización de los que más lo necesitan.

Junto a estas necesidades, una adquiere un especial relieve: la creación de comunidades internacionales e interprovinciales, lo que podría proporcionar una posible solución a las cuestiones de la pastoral para los inmigrantes y los grupos multiculturales o multilingües (por ejemplo, el ministerio en los santuarios). Un papel decisivo lo tiene el Gobierno General en la colaboración con las Regiones, pero una palabra fuerte de parte del Capítulo General con respecto a la reestructuración podría acelerar el proceso. Entre las posibilidades, se está considerando a la competencia del Consejo General de la delegación de la presidencia de una Región / Conferencia en vista de gobernar las nuevas comunidades internacionales.

Movida por la Palabra de Dios e inspirada por nuestras Constituciones y Estatutos, la reestructuración es esencialmente una tarea de discernimiento, orientado hacia la realización de unos objetivos concretos. Nuestra principal intención es poner todo lo que somos y hacemos, de manera más eficaz y fielmente al servicio del Reino, siguiendo “el ejemplo de Jesucristo Salvador en la predicación de la Palabra de Dios a los pobres, como Él dijo de sí mismo: me envió a anunciar la Buena Nueva a los pobres” (Const. 1)